El Putinismo y el Nacionalismo Neoautoritario del Kremlin

VI CONGRESO INTERNACIONAL DESAFÍOS A LA SEGURIDAD GLOBAL
En el VI Congreso Internacional Desafíos a la Seguridad Global que realizará INISEG los próximos días 26, 27 y 28 de abril en la Escuela de Guerra del Ejército de Tierra (con transmisión también vía streaming) se analizará este tema y todas las amenazas y conflictos en el nuevo orden mundial, de la mano del mejor panel de expertos y profesionales. Más información en la web del Congreso #CIS_INISEG22 | https://www.iniseg.es/congreso2022/ 

Rusia es un país demasiado grande y poderoso, excesivamente complejo y paradójico como para pasar desapercibido o se le pueda ignorar. El retorno de Vladimir Putin tras las elecciones presidenciales pasadas del 2012, basado en una especie de permuta del ejercicio del poder con el presidente ruso de entonces Dmitri Medvedev, constituyó una especie de trueque partidario yuxtapuesto a una maniobra gubernamental. Este enroque político evidenció por un lado, el perfil político disciplinado, leal y subordinado del joven presidente saliente y por otro, la persistencia de ese poder omnisciente y omnipotente del “putinismo”, que siempre agazapado a la sombra de Rusia, ha conducido al país en los últimos años, con autoritarismo haciendo gala de una magnitud de poder a la usanza de las prácticas de antaño.

El entonces vicepresidente de los Estados Unidos Joe Biden, arremetió contra el Presidente de Rusia Vladimir Putin, en el reciente Encuentro Anual del Foro Económico Mundial de Davos en Suiza de enero de 2017, acusándolo de utilizar la energía como arma, de dirigir una propaganda y campaña de desinformación, de ejercer violencia contra otros países, intervenir en procesos democráticos en otros países, verbigracia lo ocurrido en las últimas elecciones presidenciales en EEUU, subrayando que a diferencia de Europa y EEUU, que luchan por valores, Putin apuesta por un futuro impregnado por la criminalidad y la corrupción.

EL TERROR ROJO, UNA HISTORIA DE VIOLENCIA

El Dr. Stefan Plaggenborg de la Universidad de Bochum, Alemania sostiene que el Estado ruso perece con la misma Revolución de Octubre de 1917 de Lenin, al instituirse como un Estado totalitario y partidario inspirado en la “dictadura del proletariado”, en donde el proletario era considerado como un titán o héroe. Enemigos de la revolución eran los capitalistas, los sacerdotes y los campesinos opulentos. Vladimir Lenin (1870-1924) reinaba el mundo, no los reyes ni monarcas. La nueva estructura estatal era poco democrática, centralista, burocrática, represiva y violenta.

El Estado durante el estalinismo era medial y autoritario desde su inicio hasta el final, tenía una marcada función militar, se regía por el control de los medios y la propaganda, las medidas coercitivas, la policía secreta (KGB) y la inteligencia roja instaurándose un terror contra campesinos acomodados, empresarios, personas pudientes y contra los propios miembros de las instituciones estatales y partidarias. Inspirados en un problema de nacionalismo se fomenta un odio contra las lenguas foráneas, contra los judíos y contra los intelectuales y académicos. El concepto del enemigo era tanto interno como externo.

Josef Stalin (1878-1953), sostenía que “el nuevo hombre es educable y moldeable, como lo son la naturaleza y la sociedad, que son susceptibles de ser transformadas”. Tanto la generación de Lenin como la de Stalin soñaron con la utopía comunista, basada en una sociedad uniforme, igualitaria y nivelada y concibieron la política como lucha contra la desigualdad en el mundo y simultáneamente como lucha contra los enemigos tan igual que en el nacionalsocialismo. Stalin y los matones de su policía secreta realizaron deportaciones, represión y fusilamientos en los campos de tortura soviética (Gulag) contra los opositores mostrando intolerancia política y una defensa con fusil de sus ideas.

Se formó el Ejército Rojo donde los soldados, antiguos comisarios del ejército zarista, fueron socializados. Durante el estalinismo hubo una larga cuota de aniquilamientos, las masacres étnicas en el Cáucaso, los cerca de 700,000 fusilamientos llevados a cabo en Moscú y Leningrado, los encarcelamientos arbitrarios, las deportaciones masivas, y el exterminio de parte de la población polaca. Fue una violencia simbólica y despiadada. Hubo una revancha social a nivel nacional, no olvidaron su resentimiento y se tomaron represalias contra la élite, a quienes acusaban de tener a Rusia como objeto de explotación. Reinó un gran entusiasmo y complacencia de la sociedad por Stalin. En la historia vemos que hubieron atentados contra Hitler, pero ninguno contra Stalin. Stalin encandiló a los jóvenes y a las mujeres. En el autoritarismo stalinista, hubo un pacto social y lealtad entre el régimen y la población.

LA PERESTROIKA DE MICHAEL CORBACHOV

En 1985 Rusia estaba estancada económicamente. El Estado no estuvo en situación de poder hacer efectivo el pago de las rentas, salarios y garantizar las necesidades vitales de la población. Al constatarse el desastre político y económico que hacía insostenible a la URSS, se introducen a partir de 1986 reformas institucionales para sacarla del estancamiento, tales como Uskoréniye (aceleración), Glásnost (liberalización y apertura) y Perestroika (reconstrucción, transformación o reorganización).

Michael Corbachov intentó introducir un proceso de democratización y economía de mercado instituyendo un Estado de derecho con libertad de empresa y mercado y una política de consumo, dejando de lado el terror y amedrentamiento. Lamentablemente los resultados fueron infructuosos.

En 1991 Boris Yelsin disolvió oficialmente la URSS, ello significó la eclosión de los sentimientos nacionalistas. Las asimetrías sociales se acentuaron, la brecha entre ricos y pobres se fue extendiendo. Muchos cayeron en la extrema pobreza, surgieron nuevas élites y oligarcas. El Dr. Hans Henning Schröder de la Universidad de Bremen, Alemania sostiene, que ya en el 2005, la mayoría lamentaba la disolución de la URSS, considerando su extinción como una gran catástrofe geopolítica.

Fracasó la política de Corbachov, no había mercado, había una carencia de orientación de los consumidores, sólo el 20 % de la población pensaba que con el nuevo modelo político y económico se estaba mejor, pero el 80 % pensaba que mejor estaban antes.

En la búsqueda de instaurar una economía de mercado, las autoridades soviéticas privatizaron las empresas acomodándose como accionistas, verbigracia tenemos Gasprom, no hubo partidos políticos, ni grupos políticos, no había opositores a la élite como en el caso de Polonia, se formó una sociedad injusta, la élite se hizo del dinero y las acciones. Nada cambió para los rusos, “pobre es pobre”. Ello generó una nostalgia por el proteccionismo social. El espíritu de la URSS estaba siempre presente.

EL ANCLAJE DE LA SOCIEDAD RUSA EN LA GENERACIÓN P

El Dr. Ulrich M. Schmid. de la Universidad de St. Gallen, Suiza sostiene que la sociedad rusa está anclada en la denominada “Generación P”, vocablo empleado en 1999 por Víctor Petevin, refiriéndose al post comunismo, a la cultura pop y a Putin. Se trata de una sociedad contradictoria aferrada en los elementos comunistas tradicionales y en la modernidad. Se identifica hoy en día generaciones en pugna en Rusia, la generación de la guerra, los adultos que crecieron bajo el comunismo y conservan sus valores tradicionales, es la denominada “guardia vieja” y la llamada Generación P; “la generación post comunista”, la “generación de la cultura pop” y la “generación Putin”.

La generación post comunista concibe la sociedad, la cultura y la política con las ideas tradicionales y elementos innovativos, tienen como ícono al Che Guevara y buscan un nuevo hombre en Rusia, consideran negativos y hasta peyorativos los postulados capitalistas, aspiran a una sociedad sin dinero, cada uno tiene según su necesidad, conciben aún que el trabajo es para el partido y para la patria. Pero a su vez, la sociedad rusa se ve fascinada por los bienes de consumo de la sociedad moderna; es la denominada “generación pop” que sucumbe ante los autos nuevos, los aparatos electrodomésticos, los celulares, la cultura del internet, la cultura popular, la cultura de Hollywood, las películas porno antes prohibidas, las revistas playboy rusas.

En ese sentimiento de añoranza por la vuelta de la URSS en que se encontraba el pueblo ruso, reclamando seguridad social para el futuro y deseando eliminar el temor de como alimentar a sus familias o tener acceso a los sistemas de salud o que los salarios y rentas sean pagados, es cuando surge la figura protectora de Vladimir Putin, un hombre de la KGB que representaba el principio de autoridad, orden y disciplina. Para muchos jóvenes Putin representaba el poder imperial que Rusia tuvo con la URSS. Putin se hace del poder e instaura un Estado vigilante, antidemocrático, autoritario, sin medios de comunicación libres, pero con desarrollo, gracias a las bondades de los precios internacionales de gas y el petróleo, generando confianza en las nuevas generaciones. Se había esfumado el Estado comunista, nada de él quedó, a excepción de la KGB.

Putin con el control absoluto de los medios de comunicación, se presentó como un auténtico salvador de Rusia y pretendió manipular psicosocialmente a la población, especialmente a los jóvenes. El video profesional difundido masivamente, que presentó a Rusia en sombras, inundado de ratas y luego aparece el lobo aullando, que no es otro que el mismo Vladimir Putin, que anuncia su llegada pregonando que sólo no puede ir, que necesita gente para salvar a Rusia, y luego corean los jóvenes, todos con banderas y polos con su rostro, haciéndonos recordar, en un paralelismo histórico, a las coreografías del nacionalsocialismo de Hitler en 1945, para que finalmente las ratas, que representaban a los oligarcas, abandonen Rusia.

Ha sido usual ver todos los días a Putin en las pantallas de televisión con traje de artes marciales, de buzo, pescando, en círculos familiares, montando a caballo o en burro, o paseando en bicicleta, corriendo, siempre rodeado de jóvenes al mismo estilo del fujimorismo en el Perú, pretendiendo construir y modelar una nueva imagen e introducirse sistemáticamente en el inconsciente colectivo de la población. Hoy en día, Putin es un ídolo para las nuevas generaciones, es la llamada “generación Putin” que representa el nacionalismo neoautoritario de Rusia.

REFLEXIÓN FINAL

El putinismo evidenciaría en mi opinión, que el pueblo ruso permanece todavía pasivo y atado aún, a su pasado zarista y soviético, plagado de horrores. Son justamente estos rasgos autoritarios y represivos que caracterizaron el desarrollo soviético e hicieron imposible cristalizar la instauración de una democracia auténtica similar a la de Occidente. No hay coherencia con el nacionalismo ruso, ya que se presentan como progresivos potenciales. Rusia es contradictoria y ambivalente en sus valores, pretende mantener aún los elementos comunistas tradicionales y a la vez incorporar valores del modernismo de Occidente. Centran su poder en la ciencia y la técnica y dejan de lado a los ciudadanos, la democracia y la libertad.

Aún no se ha desterrado al caudillo político ni el perfil del “homo sovieticus” que Alexander Sinowjew en 1976 describió, como el individuo carente de iniciativa propia (todo es colectivo), carente de interés por trabajar, sin responsabilidad y sin capacidad de crítica. Nuevamente se asoma al devenir político de Rusia el fantasma totalitario. A la generación actual le falta una visión de futuro y estructuras funcionales, condición sine qua non para construir una democracia auténtica. Es necesario desterrar las capas sociales parasitarias, la corrupción y el Estado policíaco. Hoy se necesitan ideas, nuevas iniciativas, modernización y hombres libres con buena formación. La tuerca que mantiene sujeta a Rusia al autoritarismo y a la historia de violencia vuelve a girar.

Javier Gamero Kinosita | Oficial (r) de la Policia Nacional peruana


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